La Reina del BMW de la Plaza de la Inmaculada
La rocambolesca historia de la ‘Reina del BMW’ en la Plaza de la Inmaculada
Desde mi trono en la terraza de la cafetería de la Plaza de la Inmaculada en pleno centro de León, con un café que ya se había enfriado por la indignación, presencié la pasada semana un espectáculo que superaba cualquier tragicomedia griega. Allí estaba ella, la “Reina del Asfalto”, aparcando su BMW negro con la gracia de un elefante en una tienda de porcelana.
Porque el ego de su ego no cabía en menos
Oh, pero no se conformó con ocupar un espacio, no señor. Ella necesitaba dos, porque su ego no cabía en menos. Y allí lo dejó, su BMW, como una barrera en la plaza de la Inmaculada, desafiando las leyes de la física y la decencia humana.
Primero llegó la valiente conductora del Fiat, luchando contra el coloso negro. Seis intentos, seis fracasos. ¿Acaso era un coche o un cubo de Rubik? Luego, llegó la esperanzada señora de un Seat, que con su pequeño vehículo pensó la pobre que podría triunfar donde otros habían fallado. Pobre ilusa, pensamos mi marido y yo que estábamos atónitos por como sabíamos que terminaría la historia.
El morro de la mujer del BMW
Y yo, testigo mudo de esta farsa, me preguntaba: ¿Hasta dónde puede llegar el morro de alguna que no respeta nada ni a nadie y más sabiendo lo complicado que cada día está siendo aparcar en el centro? ¿Dónde está la policía cuando se cometen “crímenes” contra la humanidad automovilística? Pero no, la dueña del BMW seguía charlando, ajena a la cacofonía de bocinas y maldiciones pero sí mirando y pasando del tema.
Furgonetas, Fiat, pitos y palmas
Finalmente el conductor de la camioneta apareció, con su bocina estruendosa y su paciencia agotada. Pitó y pitó e incluso se bajó de su furgoneta, pero nada. La dueña del BMW era inmune a la vergüenza, una estatua de indiferencia porque claro nadie excepto mi esposo y yo y posiblemente alguien más, sabíamos que ella era la causante del estruendo de pitidos y la indignación de los conductores y conductoras que se desesperaban intentando aparcar.
La «Reina del BMW«
Después de más de 20 minutos que parecieron una eternidad, la “Reina” decidió que era hora de partir. Se subió a su carruaje BMW negro y se fue sin mirar atrás, dejando tras de sí un rastro de ira y desesperación. Pero bueno, como yo lo valgo, es de suponer que pensaría…
Y así, desde mi terraza, escribo estas palabras como un recordatorio de que, en la jungla urbana, hay bestias que no necesitan garras para herir. Solo necesitan un BMW y una pizca de desfachatez pero lo más triste de todo esto es que no se trata de un caso aislado porque reyes y reinas del aparcamiento y la jeta hay en todos los barrios como por ejemplo en plaza, la Plaza del Huevo.
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