Incendios en León ¿cambio climático o manos humanas?
Este verano León está viviendo días que muchos nunca imaginaron. Lagrimas por nuestras montañas, bosques y valles que siempre fueron refugio de vida y turismo se han convertido en escenarios de humo y fuego que penetran hasta lo más profundo de nuestros corazones. El presidente Pedro Sánchez lo ha dejado claro en su última intervención: “estamos ante una emergencia climática que exige un pacto de Estado”. Pero la pregunta que queda flotando es inevitable: ¿estos incendios son consecuencia directa del cambio climático o hay también una mano humana detrás?
El calor extremo, las olas de calor cada vez más frecuentes y la sequía prolongada son realidades que nadie discute. El clima está cambiando y los incendios encuentran un terreno más fácil para propagarse. Basta con mirar las estadísticas de los últimos veranos para ver que la temporada de riesgo se alarga, que lo que antes ocurría en julio ahora empieza en mayo y que las lluvias son más escasas y menos predecibles. Nadie puede negar la necesidad de suplicar una mayor prevención y una respuesta política de país.
Sin embargo, hay otra cara de la moneda que no se puede ignorar, una cara que no debemos olvidar y por la que tenemos que luchar. Muchos vecinos de las zonas afectadas en León llevan años señalando que detrás de algunos fuegos hay intencionalidad. El abandono de los montes, la falta de limpieza de cortafuegos o incluso intereses particulares podrían explicar por qué en determinados lugares los incendios empiezan de forma simultánea o en horas estratégicas. No es casual que varios focos se activen en un mismo día y bajo condiciones de viento que favorecen el desastre. Esa coincidencia despierta muchas sospechas.
¿Cambio climático o manos humanas?
¿Estamos entonces ante un problema únicamente climático? Probablemente no. Es verdad que el cambio climático actúa como gasolina invisible que arrasa, pero no se puede dejar de lado la responsabilidad individual que es un arma mucho más potente y que puede con todo. Cuando se habla de negligencias, imprudencias o incluso fuegos provocados, estamos señalando una parte del problema que exige tanta atención como la crisis ambiental. El propio dolor de las familias que han perdido sus casas o el sacrificio de quienes luchan en primera línea contra las llamas obligan a mirar de frente esta cruda realidad.
Tal vez o posiblemente o quizá, la respuesta esté en combinar ambas miradas en mezclar ambos frentes. El cambio climático explica por qué el fuego se extiende con más rapidez y fuerza que hace 30 años. Pero el origen del chispazo inicial de ese comienzo del horror que arrasa nuestra tierra, nuestro patrimonio y nuestars vidas, en muchos casos, es humano. Y ahí es donde la justicia, la educación y la gestión de los montes tienen que jugar un papel decisivo. No basta con esperar a que lleguen los hidroaviones o aplaudir a los bomberos cuando ya es tarde. Hace falta inversión, vigilancia y también responsabilidad social que es lo que desgraciadamente no sobra.
La tragedia que vive León que vive una tierra rica en cultura, el gastronomía y en muchísimas otras cosas debería ser una oportunidad para repensar qué modelo queremos para nuestro fututo.
¿Vamos a seguir discutiendo si es clima o intencionalidad, o vamos a actuar en ambos frentes? Quizás el verdadero pacto de Estado no sea solo político, sino también ciudadano entendiendo que el fuego no distingue ideologías y que el futuro de nuestros bosques depende de todos.
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